martes, 6 de mayo de 2014

Cibiana, antes de cocina, luego del diván.

Salgo de análisis. Salgo caminando, pensando, abstraído y conectado con lo que la realidad me trae. Sigo pensando en las cosas que hablé, sigo pensando, sigo pensando, no dejo de pensar. Es algo bastante típico de mi personalidad, que el pensamiento o la acción luego se vuelva un dolor o una enfermedad, Hipocondría que le llaman. Tengo que hacer tiempo para ir a mi curso de cocina que comenzaba hoy. Recordé que a más o menos ocho cuadras hay una heladería y un café que quería probar. No se trata del mismo local sino de uno que está junto al otro. Camino para ahí. Caminando, pensando, me digo a mi mismo. Voy por el café, no por el helado porque en el curso de cocina comeré y no quiero sacarme el hambre. Llego al café que se llama Birkin, sobre el cual había leído en una de esas revistas digitales que suelo leer para saber qué, dónde tomar y comer. Entro, cuando me acerco a la barra, pienso, que no quiero un café, que quiero un helado. Pienso que me da vergüenza irme así sin más. Pienso que algo tengo que hacer. Disimular algo. Me agarró la pera, miró la pizarra, hago que busco a alguien y me voy, justo cuando el bartista o hacedor de café se me está por acercar. Entró a la heladería y recuerdo que Marcelo Alegre me dijo que quería que vaya ahí y le diga qué pienso. Pido un helado chico porque pensaba en el curso de cocina. Pido Dulce de Leche con almendras (estoy abandonando sin saber por qué el granizado) y pistacho. Luego de pedirlo, le digo. Tengo ganas de sacarme el gusto, no me dejas probar el chocolate blanco?. Riéndose la chica que atiende, me dice, claro. Se acerca la cajera y para que la otra, que servía mis gustos, no se molestara, me lo dio ella. Una cuchara generosa. Pienso que es una buena compañera de trabajo. Pienso que quiero tomar el helado. Empiezo a caminar. Cuando llego a la puerta, me llama la cajera y me dice: me tenes que firmar la tarjeta. Perdón, le pido, una y mil veces. Cuando el chocolate blanco entra a mi boca, me digo a mi mismo, en voz alta. Ah, es espectacular, la rompe. Sigo probando el pistacho (gusto que en un momento cuando le poníamos gustos de helados a los partidos políticos fue denominado Proyecto Sur) y me digo, ah, sigue bien esta heladería. Terminó rápido, porque como rápido y me agarra dolor de cabeza inmediatamente (sí, soy ansioso), ese gusto  y comienzo con el dulce de leche, también muy bueno, pero para mi gusto, peor que los anteriores.
Salgo y al llegar a la esquina, no tenía más el helado. Agarró el tel y le escribo a Marcelo, diciéndole: te envidio por estar cerca de Birkin y de esta heladería que se llama: Cibiana.
Sigo caminando, me tomo el colectivo y voy al curso de cocina. Me digo, fue el comentario con todos los que hablé al respecto, que estaba seguro que tendría mil platos con pescado, mariscos, etc. cosas que no como, aunque hago el intento que me gusten. Llego a la Cocina Discreta, resto de puertas adentro donde tomo el curso, y el cheff copado él, me dice: hoy comemos todo con pescado. Mi cara habrá dicho todo. Me dice, qué pasa? Le digo, no me gusta el pescado ni nada parecido pero hoy lo voy a comer con gusto. Voy a hacer el intento. Hicimos langostinos con salsa de mango, marinados en aceite de oliva y cilantro. Salmón blanco con risotto de cebada y un rico postre con castañas caramelizadas. Probé y me gustó. Comí un langostino y un pedacito de salmón.
Pensaba que el postre no me importaba, que para mi era más feliz un rico helado que todo lo que habíamos hecho. Claro que no dije nada. Luego, me encontré con amigos que estaban en una parrilla, tomé vino con ellos y ahora en casa. Volveré a esa heladería cada martes antes de cocina y luego de análisis. El diván hay que refrescarlo. Luis (mi analista), hace lo suyo para contribuir a la cura o disminución de mi neurosis pero el helado puede contribuir bastante.
Ahora lo sé, todos los martes, un gusto diferente y a cocinar se ha dicho.
Volví al blog, luego de mucho, volví al blog con olor a pescado en mi camisa nueva (algún día contaré porque compré esa camisa pero en resumen, no tuve la valentía que en Birkin y terminé preguntando por una camisa en un local que no quería comprar nada pero terminé con una camisa).

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