sábado, 17 de agosto de 2013

El primero de algunos cuantos....

No hablaré de las despedidas, no, ya lloré muchísimo y no pienso hablar de ellas. Al decir esto, me doy cuenta que estoy hablando y me dan ganas de llorar. No pensaré, estoy pensando. La pucha....
No soy una persona que se caracteriza por la belleza personal. Mi aspecto es de turco argentino, más bien las personas a las que les puedo llegar a parecer más o menos lindo (pienso menos que más) ven ese profile. Bueno, la policía de USAno piensa lo mismo. Me mandaron a la pieza de los extranjeros a los que hay que hacerles algunas preguntitas más. Estábamos nerviosos pero nada que no se maneje. Decía: no hay nada por lo cual me puedan rebotar. Si es tal la discrecionalidad, ya está, todo está dicho y nada puedo agregar. Obviamente pasamos.
Ayer el primer día, caminamos muchísimo. 7 horas de caminata. Proyecto de correr y manejar mi cabeza mejor. Siempre pensé y pude corroborarlo en el pasado que correr no es apto para neuróticos o para mí que soy uno de ellos. Mi cabeza no me deja tranquilo. Ayer compré zapatillas para ir al Central Park. Esa excusa me permitirá comer más helado porque lo haré sin culpa (no sé si alguna vez tuve tal culpa pero no importa). Luego de mil horas de caminar, me puse de mal humor. Necesitaba helado y acá no hay una heladería cada cuadra como en mi hermoso país. Pasamos por Bell & Jerry y sin confianza entré. No es el tipo de helado que me gusta, sin lugar a dudas. Pero hice algo que no creo que alguna vez un gringo ha hecho. Le dije, luego de elegir dos scoop (bochas), la tercera le dije lo que vos quieras. Se me quedó mirando....El helado mejor de lo que pensé, peor de lo que cualquier heladería argentina puede dar. Cremoso al estilo de acá.
Hasta ahora el mejor helado lo trajo el highline. La Neoyorkina, así se llama, vende palitos artesanales. Laura pidió uno de cucumber and limon (pepino y limón) y yo uno de pineapple y jalapeño (muy rico y picante).
El último lo super recomiendo. Es una sensación extraña, entre dulce y picante. Caminar al sol y ver los miles de lugares para comer, mientras que palito en mano, vas pensando en las mil cosas que tu cabeza juega al mismo tiempo que cambiar la cara cuando lo dulce pasa a picante.

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