miércoles, 27 de marzo de 2013

Todo es culpa del Diván

Días movidos, movilizantes, de recuentos, de encuentros, de despedidas, de descuento, de esperanzas, días, días que pasan y se quedan esperando, días que pasan y dejan marcas que no serán de nacimiento pero dejan huellas. Días de sueño y sueños, de despertar y pensar. Todo es culpa del diván.
Ayer, una reunión a la que se suponía que vaya con los tapones de punta, donde tenía la posibilidad de expresar mi descontento con el macrismo y su política social. No lo hice, me encontré en la misma posición que hace un año, tratando de conversar. Me fui riendo con Albertina, otro personaje. Ella esperaba que le diera el lugar para pegar, yo sin darme cuenta respondí sin ese espacio. Armonía, la que no encuentra mi pié.
El colectivo me llevo para la zona de análisis, esperaba llegar al analista y pensar en mi tendinitis, en mis nervios, en mi dolor de estómago, en mi gastritis, en fin, pensar en mi neurosis.
Le pregunto al colectivero si va por Las Heras, me dice que va por Santa Fé. Le digo, no importa, llevame. Pienso que bajaré en Agüero y caminaré hasta Plums, agarraré mi libro que se llama  "La Muerte del Padre" de Karl Ove Knausgård (muy bueno y pesado).  Plan perfecto. Esperar con libro y helado para ingresar a análisis. Pasa la hora y entro. Me acuesto y todo comienza. Todo es culpa del diván, que las palabras salgan de mi boca, que las esperanzas se hagan carne, que los temores sean el acompañamiento. Que y miles de que. Salir caminando por la calle y pensar en cosas que me cuesta decir, en cosas que me hacen feliz.  Cosas, más cosas, todo culpa del diván. 

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