miércoles, 13 de febrero de 2013

Tercer Post: el artista talibán del helado. La mejor

Uf, escribir este post, es complicado, como al entrevistado espontáneo de la heladería Miranda, se llenan los ojos de lagrimas al redactar.
En el post anterior conté que fuimos reiteradas veces  a Miranda pero estaba cerrada. El Inventor del helado del vino se hizo esperar. Bien valió la pena.

Entramos, luego de comprar vino para la cena. La heladería es muy chiquita en un local de grandes dimensiones. La parte no ocupada, es blanca, con cuadros colgados, originales, paisajes, modernos y demás.La vidriera muestra gigantografías de guías para turistas que la recomiendan.
Somos los únicos clientes del momento. Un chico, nos atiende. Podemos probar sin problemas, charlar con gusto. El se presta, es simpático y se nota sensible. Pensamos en pedir helado para compartir. Dos cuartos para cuatro. Miro los gusto y recuerdo que dos personas en la calle, al ser preguntadas por la mejor heladerías de Cafayate, me marcaron Miranda. Grito con la plata en la mano que pediré un cuarto para mi, que ellos hagan lo que quiera. Laura me repite, Ari y Flor comparten.
Pruebo dulce de leche. Me da una cucharada, con paciencia y dedicación. Lo saboreo y grito: es exquisito. Le digo que lo pidan, que lo prueben. Se nota sincero, se nota rico, se nota casero y artesanal. Todos terminan eligiendo ese sabor, obvio, luego de probarlo y no poder entender el elixir que se nos presentaba.
Luego, probé el Torrontes, una cepa característica de la zona y que el inventor del helado del vino, la hizo postre. El sabor es ácido, es el vino frío, es la sensación de tomar helado de vino. Es sabor puro. No lo elijo porque pruebo el Cabernet. Qué decir, si el otro era ello y no lo seleccioné. Este es una mezcla perfecta entre dos placeres, el vino y el helado.
Luego, iba por una fruta y nos recomendó probar la Tuna. Un fruto del cactus. Nunca la había probado. Acepté la invitación. Fresco, sabroso, extraño. Lo elegí y me senté a esperar que los demás hagan lo suyo.
Eligieron, sandía, mango, flan con dulce de leche y torrontes.
Nos sentamos afuera, en la calle, viendo y entendiendo porque nos dijeron que era la mejor heladería del pueblo. Se confundieron rotundamente, es, tal vez, la mejor del país. Sin duda, como todo el blog, esta opinión está marcada/influenciada por la historia y por la emoción subjetiva, pero acá va la justificación....
Los sabores de los helados son perfectos. Representan con sinceridad y emoción los gustos que el cartel anuncia y uno elije. Tienen dulzura, acidez y frescura. Algo raro se nota en él. Las chicas, me obligan a hablar con el heladero (hijo de Miranda o Miranda Jr.) y comentarle del blog. Me resisto, lo hacen por mi.
Al estar sentados, comiendo el helado, le digo: el año pasado probé más de 60 heladerías y el tuyo, es sin duda el mejor. Y ahí, nos comenta que su padre quien fue un artista se instaló en Cafayate, en busca de una ciudad chiquita y tranquilo. 1500 habitantes y ahora 16.000
Agrega que el helado no lleva ningún tipo de aditivo, conservante ni colorante. Que el dulce de leche es freso porque lo hizo al mediodía. Que su helado no dura más de una semana, porque no tiene nada que lo obligue a durar. Le preguntamos por qué no usa nada. Nos contesta que su padre fue contratado por la heladería Blue Bell de Tucuman para hacer cuadros y pintar motivos en los locales. Que en esa tarea, además les pidió, aprender a hacer helado. Que en ese momento, concluyó que eso no era helado, que era un conjunto de una pasta con frutas o sabores. Que no podía llamarse helado a ello. Un talibán de lo artesanal. Decidió junto a su esposa, abrir una heladería en Cafayate. Una verdadera heladería artesanal. Decidió utilizar el local que había construido para exponer sus obras de arte. Dos años de investigar la mejor forma de hacer helado sin usar productos mágicos. Como una obra de arte, tuvo su expresión.
El local de grandes dimensiones que ahora está vació fue pintado, con motivos de cuadros famosos pero con la presencia del helado. Una heladería grande, moderna y de avanzada para Cafayate. Los gustos fueron aceptados, pero al local no entraba nadie. El padre concluyó, nos cuenta su hijo, que el local resultaba muy lujoso para la pequeña ciudad. Se lo habrán dicho. Decidió cerrarla y abrir una chiquita a dos cuadras. Estuvo un tiempito ahí pero volvió al local original de su propiedad. Vació el ala izquiera y solo ocupó-al igual que ahora- una pequeñísima proporción del espacio. Ahora la gente entra y la elige como la mejor de la ciudad.
Le preguntamos porque tienen pocos gustos. Nos contesta que si el padre no lograba el color y sabor original no los vendía. Que la vainilla, gusto elegido por los pequeños por su color, requiere de muchísimas yemas de huevo y que eso no es sano. Decidió no venderlo.
A la pregunta: "¿Por qué no dulce de leche granizado?", nos contesta que el padre una vez le dijo "qué es eso de ponerle chocolate al dulce de leche". Al "¿Por qué no chocolate blanco?", le vino "porque no es sano. Es pura manteca, nada que ver con el cacao que hacemos". Ahora les traigo nuestro chocolate para que lo prueben agregó. Lo probamos y no podemos entender cómo logra que no sea empalagoso y representante del cacao. No soy un conocedor de ese gusto, el resto dice que es excelente..
Luego, las chicas enamoradas de la historia, quieren seguir comprando helados para probar. Elijen banana (con N) con dulce de leche. Lo traen y gritamos al probar, qué no puede ser tannn rico. El se ríe de orgullo familiar y ahora es tan también personal. Familiar por su padre, personal porque es artista y ahora tuvo que volver a hacer helado a su ciudad natal.
Las chicas sensibilizadas con la historia quieren seguir comprando, ya no importa si tenemos que ir a cenar, si no queremos más helado, quieren gastar solo para apoyar a la heladería, y para hacerle la contra a Grido que se instaló justo enfrente.

Esta heladería habla de una postura respecto al helado, de una responsabilidad sobre lo que se vende y consumen los habitantes. Habla, también, de un artista y su hijo artista. De un heladero y su mismo hijo, heladero. De aprender el oficio, de proponer un helado, de sabores sinceros. Habla de ello, y también y por sobre todo, del MEJOR HELADO DEL PAÍS.

pd. fotos, próximamente




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