lunes, 21 de enero de 2013

Extraño post de un día mal dormido....


Ayer a la tarde veía un documental sobre Woody Allen (http://www.imdb.com/title/tt2397619/).
Mientras que lo veía, me asombraba del personaje principal. Sus comentarios, los de su hermana pero por sobre todo los de su madre. Era un fiel reflejo de las películas del Director. Su Edipo, su neurosis, su culpa y su enojo, tenía rastro.
Pensé las cosas que alguien podría decir de mí (en terapia, la pregunta sería, qué diría de mí mi madre) pero acá solo será el resto del mundo. Como el juego perverso que se imagina quién lloraría en tu funeral (aunque no sé si querría tener alguno).
Creo que una de las cosas que dirían es sin duda, que me gustaban las cosas con cierto amor, con un fanatismo mesurado- o no tan-. Dentro de esas cosas, dirían, seguro que una de mis pasiones era el helado. Algo así, “como que loco que era con el helado”. Mi analista (que seguro no irá al velatorio) diría, “el helado representaba la ternura y frescura de la leche materna” o “su infancia estaba marcada por el helado, sus visitas a la casa de sus abuelos y tia”. “En fin la melancolía”
Mis padres contarían que “cuando tenía 15 años insistía todos los días para pedir helado. Cosa que hacía sin falta cuando jugaba River o veía Poliladrón. Medio Kilo, pedía. Sí, y no era obeso”
Mis amigos, contarían que en cada asado, cada cena en la que yo participaba, eran esclavos de ese postre. Una amiga, diría “basta de la dictadura del helado”. Contarían que “era el encargado de servirnos a todos, para luego quedarse con el pote”. (yo a esto contestaría que “como me gusta mucho y no puedo manejar mi ansiedad cuando-también- de helado se trata, sirvo para atarme de manos. En una teoría de la justicia que pretensiones de igualdad, quien sirve es el último en comer ya que de lo contrario se serviría todo para el).
Laura, aportaría  que "comía todas las noches. Hasta a mi que no me encantaba, me hizo fanática". Advertiría, "ojo, no podes compartir. Te das vuelta y se comió todo el pote. Además, cuando comía rápido le agarraba un dolor de cabeza que para mi no existe, pero el sufría mucho"
En el trabajo relataría una historia de viajes por el interior. En Santa Cruz, Rio Gallegos, tenía que dar una charla sobre derecho para el Poder Judicial. Teníamos dos horas libres previo a presentarnos en el auditorio. Él llegó contento, poco nervioso. Había ido bajo la lluvia helado de la ciudad patagónica a comer helado a lo que le habían dicho la mejor heladería de la ciudad. Caminó 10 cuadras para un helado y luego para otro. Se llamaba Tito, esa heladería.” Mi analista diría, “ah, Tito, como su padre”.
En fin, el helado, mi pasión por él, tan extraño como este post…. 

3 comentarios:

  1. Muy bueno!
    Pero pensé que venía la anécdota de los jueguitos en la playa... parece que queda para la próxima.
    Abrazo!
    Haimo

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  2. A tu pedido, sin lectura posterior, sin corrección, en 10 minutos de recreo, fue escrita esa historia

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  3. Ya sé quién es la de "basta con la dictadura del helado"!

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