domingo, 28 de octubre de 2012

helado y política

Hoy caminamos por la calle. Muchísimas cuadras. Un domingo como hace un año que no vivimos. Relax.
En un determinado momento antes de cruzar Santa Fe, se me ocurre preguntar: "qué gusto serían los partidos políticos de Argentina?"
Uds. qué piensan lectores/as anónimos/as?
En los próximos días, pondré mi opinión.

viernes, 26 de octubre de 2012

Una flor en Villa Crespo


Villa Crespo, es sin duda, un espacio en crecimiento. Sus lugares van cambiando al ritmo de la maduración. Las plazas se vuelven más lindas, los bares se transforman. Restorancitos que se convierten en espacios especiales. Bares de tapas y vermú de los cuales uno se vuelve seguidor,  puristas y new Yorker, otros. Otros que se quedan viejos, que tienen ese gusto a la nostalgia. Que ponen fotos de sus familias en la paredes. Yo paso por todas estas transformaciones. Ayer, luego de una tarde de amistad 1001 con Fede (algún día hablaré del significado que tiene ese número en mi vida), un té, un campari, charla profunda, tonta y revisionista sobre los recorridos, me fui a buscar a Laura que salía de análisis (como me gusta que la gente haga terapia). El destino era un lugar muy chiquito que queda en Castillo 50, en la república de Villa Crespo. Lugar donde suponíamos vendían comida cubana. Nos sentamos y vemos la carta. Comida de todos los pueblos dicta en letras verdes. De India, Marruecos, Brasil, Cubana, Venezuela, Irlanda, etc. Su dueña, según las paredes que cuelgan diarios, es antropóloga y chef. Representa la cultura de los pueblos y sus sabores. Comimos muy bien, cansados partimos a una heladería del barrio. La Flor de Almagro. Ninguno de los dos la recordábamos muy buena pero yo quería probarla.
Es un espacio quedado en el tiempo, sus maderas que recubren las sillas y el mostrador. Una foto de la vieja familia que en blanco y negro construía su heladería. Los vecinos eran habitúes y charlaban sobre los primos del heladero. Pedimos un cuarto para compartir: dulce de leche granizado, chocolate blanco y sambayón italiano. Al mismo tiempo, escucho que el heladero cuenta que hizo un gusto que para el era espectacular. Alfajor: dulce de leche con alfajor Havana. Le pido de probarlo porque sabía que el cuarto ya estaba listo. Una pena, pienso. Al probarlo, no lo pienso, lo siento en el alma. El mejor gusto de alfajor que alguna vez probé. Impresionante. Tiré indirectas para ver si me ponía un poco en mi cuarto. Algo así como: “que bajón que ya me lo sirvieron, hubiese pedido esto”. Pero nada       
El dulce de leche granizado estaba hecho ayer, según me dijo, y era increíblemente rico. Un sabor típico de heladerías viejas. Amargo y con chocolate granizado.
El sambayon, la especialista dijo que muy bueno. Yo lo comí pero no me pareció nada de otro mundo. El chocolate blanco, grandioso. Se notaba que se trataba de eso y lo demostraba con sus pedacitos crocantes.
Nos vamos, mañana será otro día. Taxi a casa. Felices. 

martes, 23 de octubre de 2012

Adolescencia perdida

No no voy a ponerme a hablar de los valores de la juventud, a eso fui llamado el otro día en un examen de inglés sino del gusto por el helado de los adolescentes. Voy a ser sincero, de dos adolescentes en particular, tal vez los únicos con los que tengo contacto fluido. Mis sobrinos, K y B.
Desde que tengo el blog y me divierto en él, contando mis avatares cotidianos, ellos me dicen que la heladería de su barrio es sin duda de las mejores. Que precio, calidad y no sé qué otras tantas cosas. Yo les respondo que no recuerdo que sea tan buena, dado que antes que ellos tengan juicio cierto sobre los sabores, era yo el que los llevaba a las heladerías y a esa en particular porque eran muy chicos. Ahí pedían Dulce de Leche con Vainilla. Yo le decía que el segundo era el gusto más aburrido y pobres solo para no contradecirme, pedían, algunas veces, Banana Spit.  Bueno, esa heladería se llama Modena y ahora es una cadena.
El jueves, mi sobrino mayor me pidió un favor, le dije que sí pero si cuando venía para mis lados, me traía helado de ese lugar. Así lo probaba nuevamente. Le dije: dulce de leche granizado, chocolate blanco y el que él quiera. El quiso Lemon Pie-cómo cambian los tiempos!-
Vino a casa, antes de irme a dormir, lo comí. No todo porque no andaba con ganas de un cuarto. Lo probé y confirmé: la adolescencia está perdida. Me dije como un tío judío culpógeno: "qué habré hecho mal para que me digan que este es el mejor helado". Es realmente malo. El dulce de leche, no tiene gusto a dulce de leche antiguo, ni moderno. El chocolate blanco, si no me decían que era eso, pensaba que era crema americana. El Lemón Pie, el mejorcito de los tres, aunque claro que nunca saldría de mi boca frente a un heladero por temor a que termine en mi pote.
Puedo decir, entonces, que nunca más podré escuchar cuando me dicen que prefieren ese helado a otros, qué-desafiando mi autoridad heladera- no entiendo nada, qué no sé qué cosa. La cuestión es: son muy inteligentes pero su inteligencia, decididamente, no está depositada ahí.