martes, 31 de enero de 2012

10 años, cosas que no cambian

Un adolescente/adultito que disfrutaba muchísimo el helado entraba a terapia con problemas de adolescente/adultito
Un adulto que disfruta el helado (debo decir que cuando quise escribir helado puse "disfruta terapia", pero bue...) hoy tiene su última sesión de terapia, los últimos 45 minutos.
Cosas que no cambian....Cuántos kilos de helado habré comido en estos 10 años?
No lo sé, pero hoy comería helado todo el día, melancolía, angustia, nostalgia, orgullo, jodida la cosa.
"el destino normal de todo neurótico en Buenos Aires es ir a terapia", me decían.
En un rato vuelvo: puertas que nunca se cierran

viernes, 27 de enero de 2012

Las Cañitas y mi mala racha


Este repaso será simple, concreto y sincero.

Hace 4 años que hago inglés con la misma profesora, en el mismo lugar, en el mismo barrio que menemisticamente ha sido denominado Las Cañitas. Siempre paso con el colectivo por una heladería pero nunca bajo para probarla. Ayer, salté del bus y fui.

Se llama Ducco, es grande, moderna e invita a pasar. Tiene variedad de gustos, muchos.

Soy el único cliente, tres empleados/as esperan para servir. Tengo que tomar valor y tener tiempo para pensar. Entonces, pido dulce de leche granizado, mientras pienso en el otro.

Pruebo Chocotorta, rico. Me ilusiono, entonces. Vengo de malas rachas.

Agrego al DDL, frutilla especial. Crema de frutillas con frutillas.

Me voy caminando y pruebo….

La frutilla es igual a la que sirven en los bodegones cuando pedís helado. Sin palabras.

Al probar el dulce granizado y acordarme de mi dieta, me debato en tirarlo. Imaginen cuánto me gustó. Por principios, sigo comiendo y me dije: por algo yo no entré en todos estos años….

lunes, 23 de enero de 2012

Helader@ y yo


Una relación corta pero intensa con ese noble trabajador/a.
La relación con el heladero/a-quien sirve el helado- es fundamental, esencial para la predisposición con la que uno se acerca a su objeto deseado. Voy a contar cuál es mi experiencia y estrategias para sobrellevar ese momento que confieso me pone muy nervioso.
Entro a la heladería, espero que el heladero/a no sea la misma persona que cobra, pues nunca se lava las manos- no es algo que me preocupe pero es algo que miro-. Además, si es el mismo sujeto sé que me atenderá rápido, pues está cumpliendo doble funciones. Si entra otra persona, no le puede cobrar y atraparla dentro del local.
Otro problema que se presenta cuando se ejercen doble funciones es que no me dan tiempo para pensar los gustos. El lapso entre el pago y el pedido es el que le permite a uno mirar la cartelera con tranquilidad. Si es la misma persona: pagas y te pregunta de qué gusto. Lo llamativo es que piensan que uno viene pensando los gustos mientras camina por la calle y está al pié del cañón para elegir. No lo entiendo! Si fuese así, para qué ponen gustos especiales?
El otro problema que se presenta es cuando no hay mucha gente y el/la eheladera quiere servirte al momento. Me imagino que todos/as los/as mortales tenemos el mismo problema. Necesitamos información para elegir (toda la teoría democrática va en este sentido!).
A esto se le suma que los neuróticos como yo, necesitamos un tiempo extra pues si elegimos rápido, nos arrepentimos al momento de hablar.
Bueno, salvada esta instancia, empieza otra relacionada con la anterior. La elección en lugares nuevos. Mi lucha interna es conocer cuántos gustos uno puede probar antes de elegir. Uno seguro pues me da más tiempo para ver la cartelera. Pero cuántos puedo? En Jauja cuyo nombres e insumos son desconocidos. Se habilita más probaditas?
Mi relación con el heladero/a es complicada, me pone de mal o de buen humor para probar el helado. Depende si elegí mal por sentirme presionado por los ojos de espera o si tuve el tiempo para ver y elegir.

miércoles, 18 de enero de 2012

Tufic: espacio de sabores, pffffff



Palermo es pretencioso, sin embargo, Palermo me gusta. Palermo invade, invadió Chacarita, invadió Barrio Norte y quiere hacer lo propio con Villa Crespo, aunque no nos vencerá. Villa Crespo no es Palermo.

Bueno, ayer pensé que tenía dentista, pero me confundí, tenía tiempo para caminar. Recordé que el amigo Balán me había mencionado una heladería en la cuadra de la casa de su madre, que según él pertenece a alguien que podrían ser mis primos porque son turcos.

Bueno me dirigí hacía ahí con ganas de llenar mi estomago que solo había recibido un yogurt con frutas.

Entré a ese local que se llama Tufic, pero son tan pretenciosos que no lo llaman heladería sino espacio de sabores.


El lugar es lindo, normal, nada de otro mundo. El nuevo estilo de heladería que se instala. Los helados a la vista, blanco con colores fuertes y de espacios grandes.

La atención fue maravillosa, pregunté cuánto se me cantó pero con vergüenza a probar muchos gustos. Sin embargo, el señor heladero – creo que debería decir empleado porque no era heladero- me ofrecía una cucharada de cada gusto.

Pedí un cuarto, hace mucho que no pedía esto. Mi dieta me exige que pida vasitos y dos gustos. Tenía hambre y un partido de fútbol por delante. Pedí un cuarto.

Dulce de leche es obligatorio. Pregunté cuál tenían. Me señala el granizado, con Browne, tentación y alfachoc-gusto a alfajor y pedacitos de ese dulce-. Elijo este último.

Una fruta era obligatoria! Había las clásicas y mandarina. Me tienta frutos rojos. Pido esa.

Faltaba un gusto de color blanco. Es un clásico, que haya gustos de diferentes colores es una necesidad, no una elección. Ante la oferta, pido chocolate blanco.

Es un espacio de sabores de precio de heladerías de calidad: $22. Sin embargo, la relación es pésima.

Empecé a caminar con helado en mano y con tiempo que perder. Cuando caminas con helado en mano te sentís igual que cuando salís de la peluquería. La Sensación que todo el mundo te mira. Ayer fue real, una señora me toca el hombro, yo me asusto porque lo hace desde atrás. Me pregunta con voz de vieja cheta, dónde compraste el helado. Mi mamá está en un geriátrico y le quiero llevar. Le digo que lejos pero que a dos cuadras hay un Freddo. Me mirá, no entiendo qué esperara que le conteste. Le señalo dónde es la sucursal más cercana. Va para otro lado. Sigo mi camino.

El dulce de leche con alfajor no era ni un alfajor, ni helado de dulce de leche, era un helado de esas heladerías que compran sabores en botellita y lo añaden a una crema. Malo, muy malo. Lo bueno eran los pedacitos de alfajor pero la verdad nunca me gustaron mucho, salvo el Bagley Blanco que comía cuando era chico con mi amigo Mariano cuando entrábamos al Circuito KDT para jugar al fútbol.

El chocolate blanco podría haber sido una crema americana si no fuese porque tenía un leve sabor al cacao con manteca.

Los frutos rojos lo mejor de todo, sin perjuicio no era bueno. Muchas frutas, ningún gusto.

Probé dulce de leche con Brownie y crema de avellanas y Kinder. El mejor de todos, crema de avellanas. Pero no lo pedí.

En conclusión, si le ponen espacio de sabores y no heladería, le tenemos que exigir que sus helados tengan sabor sino pongan: somos una heladería y punto.

De esta heladería solo me queda el recuerdo de su increíble atención.

Contacto: http://espaciodesabores.wordpress.com/

Pd. Pronto hablaré de mi relación con el heladero al momento de seleccionar el helado.

miércoles, 11 de enero de 2012

La Plata: esa Warnes de los helados recorrida con Vino del bueno.

Ir a La Plata no significa solamente ir a la casa de Nelly y Rubén, como diría en unos post anteriores. Es habitual que los paseos a LP vengan con una tarde de excesos en la casa de los Pomato-Giudice. Cuando uno va allá sabe que se va a ir con dolor de panza por todo lo que comió y tomó y se debería pensar la noche anterior: “hoy como poco y no tomo vino”.

Al llegar al barrio que encierra esa casa, las puertas están abieras, la pileta te hace un guiño para saltar luego de saludar con un abrazo cariñoso.

El mediodía siempre comienza con un mate mientras charlamos alrededor de Dani que hace el asado con esas “cositas” que saben que van a dar que hablar. Luego del mate, con la autoridad del asador, nos sentamos a la mesa y nos va sirviendo de a poco, pedacitos pequeños que uno luego puede repetir, de deliciosas cosas realizas en la parrilla.

Decir que no es complicado porque uno siempre sabe que se está perdiendo algo.

Todo esto es acompañado por una cantidad de vinos que endulzan el paladar. Unos vinos que no se consiguen en todos lados, unos vinos de las bodegas, unos vinos que demuestran cuán bien lo atienden a uno. Vinos que me tomo con rapidez, fruto de mi ansiedad, para que luego me enseñen que hay que disfrutarlo despacio, sentirle el gusto. Por dentro pienso, “cómo me cuesta esa práctica” pero la intento y luego el vino queda media hora sin consumir. No tengo límites me dicen, extremista me señalan.

Después del asado y cuando uno piensa que le dio respiro al cuerpo, traen dos cosas mágicas: un vino de postre muy frío y un listado de helados para pedir. Me lo dan y me dicen; elegí vos que sos el experto. Obviamente no puedo hacer eso, la culpa, la neurosis me pide que lea todos los gustos y vaya viendo la cara de los demás para proponer alguno que tenga muchas caras de positivo.

La heladería, como no podría ser de otra forma, queda en la Warnes de los helados. En la diagonal 78. Se llama Thionis. Es linda, es moderna, es un lugar para disfrutar el helado, pero por suerte yo lo disfruto sentado escuchando historias, charlando.

Dulce de leche africano: IMPRESIONANTE.

Sambayón: a fuerza me está gustando.

Frambuesa, como mandó la Nelly.

Luego, de estar con la panza repleta por el asado y el helado, pileta, siesta colectiva, cada uno en un rincón, se vino la pileta, el mate y el pan dulce casero.

En esta oportunidad faltaban los otros dos integrantes de la familia: psicoanalista rock star y la futura cuerva más cuerva que conocí.

Contacto: http://www.thionishelados.com.ar/

Helado, baja presión y el fútbol

Jugar al fútbol es una de las otras cosas que me hace completamente feliz. Hace 13 años, con alguna que otra interrupción, que tengo la misma cita los sábados a las 8 de la noche (http://sabadoserrano.blogspot.com/)

Ayer, si bien hizo un calor que impedía a cualquier ser humano racional meterse a una cancha de fútbol, nos reunimos los mismos para hacer lo propio, un día martes.

Salí de la dentista con un dolor de cabeza que mataba, el calor no ayudaba o simplemente podemos decir que era el causante. Luego de haber tomado conciencia que los pantalones no me entran y que la culpa no la tiene que están recién lavados, empecé una dieta. Un helado o máximo dos por semana.

Cuando comencé a caminar para dirigirme a la cancha, recordé que solo había comido una ensaladita y que eso me obligaba a comer algo antes del partido pues sino caería rodando en el medio de la cancha.

Recordé la dieta, pensé en las posibilidades y mis deseos. Tenía unas ganas terribles de comer sanguchitos de miga, mi otra pasión callejera. Pensé que uno no me llenaría y que estaría en la misma. Pasé por una heladería que no había probado: Via Varese. Pensé o me mentí: “como un heladito, me da frescura y como algo”. Me lancé con la justificación perfecta. Luche con mis adentros más profundos para no pedir un cuarto. El jueves por obligación médica, una intervención odontológica, comeré solo helado.

Entré, miré la cartelera, me di cuenta que mi decisión había sido correcta. Probé el chocolate blanco, que es la estrella de estos momentos, aunque no lo pedí. Era rico, sabroso, con chocolates entre el medio de la crema helada, crujiente.


La selección constó en dulce de leche granizado y mango con frutilla.

El dulce de leche granizado era correcto, ni muy muy ni tan tan. Un dulce de leche granizado que vale lo que pagas, no es el mejor no es el peor. Tiene la cremosidad adecuada, un granizado sensible, un color correcto y un sabor a dulce de leche.

La fruta, dejó mucho que desear. Tenía el gusto y la artificialidad del torpedo.

La heladería cuenta con muchísimos gustos conocidos y otros originales, tiene varias sucursales, aunque la mayoría por Belgrano.

Me quedé con ganas de seguirla probando. Ese es un buen indicio.

Salí caminando, una cuadra y media me duró. Me tomé un taxi y llegué. Me cambié, jugué al fútbol y no me desmayé.

En conclusión, decisión feliz.