viernes, 26 de octubre de 2012

Una flor en Villa Crespo


Villa Crespo, es sin duda, un espacio en crecimiento. Sus lugares van cambiando al ritmo de la maduración. Las plazas se vuelven más lindas, los bares se transforman. Restorancitos que se convierten en espacios especiales. Bares de tapas y vermú de los cuales uno se vuelve seguidor,  puristas y new Yorker, otros. Otros que se quedan viejos, que tienen ese gusto a la nostalgia. Que ponen fotos de sus familias en la paredes. Yo paso por todas estas transformaciones. Ayer, luego de una tarde de amistad 1001 con Fede (algún día hablaré del significado que tiene ese número en mi vida), un té, un campari, charla profunda, tonta y revisionista sobre los recorridos, me fui a buscar a Laura que salía de análisis (como me gusta que la gente haga terapia). El destino era un lugar muy chiquito que queda en Castillo 50, en la república de Villa Crespo. Lugar donde suponíamos vendían comida cubana. Nos sentamos y vemos la carta. Comida de todos los pueblos dicta en letras verdes. De India, Marruecos, Brasil, Cubana, Venezuela, Irlanda, etc. Su dueña, según las paredes que cuelgan diarios, es antropóloga y chef. Representa la cultura de los pueblos y sus sabores. Comimos muy bien, cansados partimos a una heladería del barrio. La Flor de Almagro. Ninguno de los dos la recordábamos muy buena pero yo quería probarla.
Es un espacio quedado en el tiempo, sus maderas que recubren las sillas y el mostrador. Una foto de la vieja familia que en blanco y negro construía su heladería. Los vecinos eran habitúes y charlaban sobre los primos del heladero. Pedimos un cuarto para compartir: dulce de leche granizado, chocolate blanco y sambayón italiano. Al mismo tiempo, escucho que el heladero cuenta que hizo un gusto que para el era espectacular. Alfajor: dulce de leche con alfajor Havana. Le pido de probarlo porque sabía que el cuarto ya estaba listo. Una pena, pienso. Al probarlo, no lo pienso, lo siento en el alma. El mejor gusto de alfajor que alguna vez probé. Impresionante. Tiré indirectas para ver si me ponía un poco en mi cuarto. Algo así como: “que bajón que ya me lo sirvieron, hubiese pedido esto”. Pero nada       
El dulce de leche granizado estaba hecho ayer, según me dijo, y era increíblemente rico. Un sabor típico de heladerías viejas. Amargo y con chocolate granizado.
El sambayon, la especialista dijo que muy bueno. Yo lo comí pero no me pareció nada de otro mundo. El chocolate blanco, grandioso. Se notaba que se trataba de eso y lo demostraba con sus pedacitos crocantes.
Nos vamos, mañana será otro día. Taxi a casa. Felices. 

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